domingo, 7 de diciembre de 2008

La Unificación de Italia

Península itálica a mediados del XIX. Un lío. Sigue siéndolo.

Italia podría ser una gran potencia europea, pero no lo es, como tampoco lo es Alemania. Políticamente está fragmentada, y en parte sometida a Austria. Económicamente es una frontera de la Europa occidental capitalista e industrial. La unidad italiana y la unidad alemana enfrentan a estos tres países en los dos únicos grandes conflictos armados europeos del siglo XIX. En ambos casos Francia, que quiere y cree ser la primera potencia continental, toma parte en el conflicto. Desde varios aspectos hay que relacionar, pues, el fenómeno de la unidad italiana con el movimiento general que conmueve a la Europa occidental. Así como el liberalismo político aplica los principios enunciados por la Revolución francesa de 1789, porque en definitiva la burguesía es lo bastante fuerte para imponerse, la unidad italiana puede ser considerada como la última onda de esa Revolución, ya que Napoleón III realiza lo que había sido esbozado por Napoleón I. Esta unidad beneficia a la Italia del norte, la única que está integrada en el espacio económico industrial de Europa. Su artífice principal, Cavour, es un político liberal de horizontes europeos, que en ningún momento ha puesto sus pies en Venecia ni en Roma ni en Nápoles. La unidad italiana se hace contra el Papa, quien pierde sus Estados y se retira al Vaticano.

Después de las Revoluciones de 1848, pese a su fracaso y la división política, no se puede dudar del sentimiento nacional. En 1849 se restablece el orden, los príncipes recuperan sus Estados y suprimen las constituciones liberales otorgadas por breve tiempo. La Lombardía, austriaca, permanece en estado de sitio hasta 1856. Guarniciones austriacas ocupan las Legaciones (Estados Pontificios), la Toscana, los ducados de Parma y Módena. En Nápoles, Fernando II instaura un régimen policiaco. Sólo el reino del Piamonte escapa a la reacción. El rey Víctor Manuel anuncia el 27 de marzo de 1849 que conservará el Estatuto, frenando así un principio de campaña antimonárquica. El 11 de octubre de 1850 hace entrar en el gobierno como ministro de Agricultura y Comercio a un diputado del centroderecha, Camillo Benso, conde de Cavour. Paulatinamente, gracias a su actividad se impone como jefe del gabinete y se transforma en presidente del Consejo en 1852, apoyado por una mayoría parlamentaria de coalición que nace de la unión del centroderecha y del centroizquierda.

En el reino de Piamonte-Cerdeña, un pequeño Estado de 5 millones de habitantes, él es quien gobierna desde el centro, siendo criticado tanto por la derecha conservadora y católica como por la extrema izquierda, y se propone como tarea la modernización de las estructuras económicas y políticas del país. El balance administrativo es impresionante: nuevos códigos, nuevas reglamentaciones, reorganización del cuerpo de funcionarios… En el campo económico, por no disponer de un ahorro suficiente para ser invertido en las empresas industriales, recurre a capitales extranjeros maniobrando con agilidad entre los grandes bancos franceses e ingleses y favoreciendo el desarrollo del puerto de Génova. En diez años se duplica el volumen de los bienes de consumo, y el Piamonte se dota de la mayor red de ferrocarriles de la península, abre numerosos canales por todo su territorio y firma tratados de libre cambio. En 1860 el Piamonte posee la mitad del capital social del conjunto de las sociedades industriales y comerciales italianas. Cavour tropieza por otra parte con dificultades financieras a causa del desequilibrio de los presupuestos, cubierto mediante empréstitos, y con dificultades de orden político a causa de las medidas anticlericales. En el campo diplomático y militar, el ejército es reestructurado y dotado del material más moderno, la marina de guerra es desarrollada, pero lo que es más importante, Cavour logra alinear al Piamonte en el campo liberal, al lado de Inglaterra y de la Francia de Napoleón III, quien intenta romper con el bloque conservador que forman Prusia, Austria y Rusia. Cavour entra en el conflicto en 1855 al lado de Francia e Inglaterra contra Rusia, con el tiempo justo para participar en el Congreso de París. Ha de acudir personalmente a París para forzar las puertas de la conferencia, intriga entre franceses e ingleses y por fin logra intervenir, aduce que, por culpa de Austria, Italia se encuentra en una situación prerrevolucionaria, y que el interés de las grandes potencias consiste en ayudar al Piamonte antes de que sea demasiado tarde. En realidad, habiendo fracasado todas las sediciones, la mayoría de los patriotas respaldan el programa moderado de Cavour. Turín acoge a muchos exiliados procedentes de otros Estados italianos, los futuros dirigentes de la Italia de la segunda mitad del siglo: en el gobierno piamontés figuran ministros oriundos de Venecia, Bolonia, Milán, Sicilia.

¿Cómo se decide la intervención francesa? Italia despierta simpatías en Europa, en Inglaterra principalmente, donde esta actitud se mezcla a un moralismo protestante antipapista. En Francia intelectuales liberales y anticlericales son favorables a la causa de la unidad. La opinión pública católica no admite que se toque Roma. El encuentro decisivo de Napoleón III y Cavour se produce en Plombiéres, en 1858: el emperador de los franceses promete enviar 200.000 hombres a Italia contra Austria a fin de crear una especie de federación italiana sin Austria, en la que Francia ejercería una hegemonía moral, y el Papa, desposeído de la mayor parte de sus Estados, recibiría la presidencia. Es Austria quien por torpeza precipita las cosas al dirigir un ultimátum a Turín.

Comienza la guerra el 29 de abril de 1859 con una débil ofensiva de los austriacos, quienes dejan a las tropas francesas el tiempo de llegar. Napoleón III asume personalmente el mando supremo a finales de mayo y el 4 de junio gana la batalla de Magenta, operación estratégica de que permite la entrada en Milán de ambos monarcas. Toscana ya ha echado a su gran duque; al derrocar a sus soberanos Parma y Módena, la insurrección crece en Romaña y en las Legaciones, y de toda Italia acuden voluntarios para alistarse en el ejército piamontés. Preocupado por, Napoleón III entra en contacto con el Emperador de Austria y el 11 de junio concierta los preliminares de la paz de Villafranca, quince días después de su llegada a Italia, Austria renuncia a Lombardía, pero los príncipes de Italia central serán restaurados y se instaurará una confederación presidida por el Papa. Dimite Cavour. La actitud de Napoleón III es debida, en parte, a las noticias que le llegan de Francia y que testimonian de la extrema reserva de la opinión y, en parte, a la movilización de 400.000 prusianos en el Rin.

Retirado del poder, Cavour anima a los moderados para que conserven el control de la situación en Italia central. En diciembre de 1859 Napoleón III decide reemprender alguna iniciativa, y el ministerio liberal inglés considera la perspectiva de una unidad italiana: un libelo oficioso aparecido en París aconseja al Papa la renuncia a sus Estados, excepto Roma. En enero de 1860 Cavour vuelve al poder, se aprovecha de la rivalidad de Londres y París y organiza plebiscitos triunfales en Italia central; el Piamonte cede Saboya y Niza a Francia para reforzar los lazos rotos por un momento. El nuevo reino de la Alta Italia, con el Piamonte, la Lombardía, Parma, Módena, la Toscana y la Romaña, cuentan con 12 millones de habitantes, es decir, casi la mitad de Italia. Los círculos dirigentes piamonteses se dan por satisfechos. Es una nueva fuerza política, el Partido de la acción, que cuenta con el pueblo, la más clarividente, Crispi, emigrado siciliano, y Garibaldi, en mayo de 1860, organizan la expedición de los mil «camisas rojas». Los mil voluntarios, todos ellos intelectuales habitantes de ciudades, desembarcan en Sicilia, libran algunas escaramuzas con los borbónicos, son recibidos por las ciudades sublevadas y, para conciliarse con los campesinos, suprimen la tasa sobre la molienda de granos. En agosto de 1860, Garibaldi cruza el estrecho de Mesina. Un ministro del rey Francisco II abre en persona las puertas de Nápoles. Cavour decide actuar para contener la ola democrática; el ejército piamontés entra en las Marcas y se reúne con los partidarios de Garibaldi en el reino de Nápoles. Víctor Manuel es saludado como rey de Italia por el mismo Garibaldi. Se ratifican las anexiones mediante plebiscitos. Fuera del reino no queda más que Venecia y Roma. Un nuevo parlamento se reúne en Turín en febrero de 1861; el reino de Italia es reconocido con entusiasmo por Inglaterra y también por Francia. Cavour muere en el mismo año, en el momento en que negocia un compromiso con el Papa.
-Los hermanos Garibaldi al completo.

La consecución de la unidad es laboriosa. La administración unitaria se establece con dificultad. Una guerrilla dirigida por el clero asola Nápoles, donde los piamonteses fusilan a 1.000 rebeldes en dos años. Gracias a Napoleón III con ocasión del conflicto austro-prusiano de 1866, Italia puede atacar de nuevo a Austria. Pese a ser derrotada, Italia consigue Venecia tras la ficción de un plebiscito (1866). Queda la cuestión de Roma y la campiña romana: en 1862, el gobierno real lanza a Garibaldi contra Roma, mas presionado por Napoleón III, debe él mismo contenerle. En 1867, por círculos oficiales, Garibaldi hace una nueva tentativa, pero una división francesa le intercepta. Es el conflicto franco-prusiano quien decide la suerte de Roma: a la caída de Napoleón III los italianos envían un ejército a Roma, que ratifica la anexión mediante un plebiscito. Una ley de garantías ofrece al Papa lo que aceptará de Mussolini cincuenta años más tarde, pero que entonces rechaza: derechos de un soberano, envío de nuncios al extranjero y compensaciones. La unidad termina como ha empezado, a favor del juego de las grandes potencias. Quedan todavía Trento y Trieste. La unidad ha costado la vida a 6.000 italianos, pero también a 15.000 franceses...

En conjunto, la unidad ha sido obra de una clase burguesa, intelectual y moderada, y también de los funcionarios del norte que han sabido insertarse en un juego diplomático a escala europea. Aquí también el liberalismo alcanza rápidamente sus límites: incapacidad para concebir reformas sociales de las cuales tanta necesidad tiene el sur de Italia, estancamiento en el conservadurismo... Habiendo prohibido Pío IX a los católicos participar en las elecciones legislativas, el cuerpo electoral, muy exiguo ya con sólo el 15 por ciento de los varones adultos, es debilísimo. La izquierda anticlerical y liberal que gobierna a partir de 1876 se lanza en una política megalómana de nacionalismo, de armamentos y de colonialismo. En el caso de Italia, más aún que en otros casos, más que de una voluntad de enfrentarse a lo real, se trata de una huida hacia adelante.

Hasta 1922, Italia fue una monarquía constitucional con un parlamento elegido mediante sufragio censitario hasta 1913 cuando se instauró el sufragio universal masculino. El nuevo estado sufría varios problemas tanto por la pobreza general y el analfabetismo como de las profundas diferencias culturales (no había un lenguaje común) entre varias partes: incluso hubo revueltas por el retorno a las antiguas leyes. En política exterior, Italia fue mientras tanto excluida del reparto colonial de África en la Conferencia de Berlín. Logra sin embargo establecer algunas posiciones en Eritrea y Somalia, fracasando en su intento de conquistar Etiopía.

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Trailer de "El Gatopardo" (1963), de Visconti, peliculón (y dramón) sobre la situación de la nobleza frente al cambio social que vive Italia.


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Cosas a tener en cuenta:
-El italiano es un nacionalismo organicista, al contrario que el alemán es más cultural que otra cosa, es una asociación de colectivos por una cultura común, el movimiento neogüelfo. Hay que tener en cuenta que Italia desde tiempos de Roma había estado dividida y que sigue estándolo. Lo cierto es que es casi milagroso que la unificación se llevase a cabo.
-Cavour no era estúpido, de hecho de italiano tenía poco, y, entre otras cosas, funda Il Risorgimento, el movimiento que arrastra todo esto, es decir, la coartada para meterse en una guerra. Se puede meter en el saco del romanticismo gracias a autores como Ugo Fascolo, Giacomo Leopardi o Alessandro Mazzini, fundador de Giovane Italia, y uno de los primeros en intentar la unificación por la fuerza. Evidentemente, era un inepto como militar (como cualquier militar italiano de los últimos 1500 años) y fracasó frente a Austria en 1848. Pese a todo, su lema "Dio e Popolo" corrió como la pólvora frente al "Iglesia libre en Estado libre" de Montalembert, reciclado por Cavour y posteriormente por... Mussolini.
-Nápoles era la ciudad más rica de Europa cuando estaba en manos de los Borbones, pero cuando entraron las tropas piamontesas despojaron al banco de Nápoles de todo su capital, dejando al sur en la miseria más absoluta. Aún no lo han olvidado.

2 comentarios:

Möbius el Crononauta dijo...

Estos blogs de historia, el trabajo que dan.. y luego o no tienes tiempo para hacerlos, o para seguirlos.
En fin que de todas formas algún ojo rápido le intento echar.

Por cierto, que gran película 'El gatopardo'.

Saludos, y no pierdas de vista tampoco este blog.

Anónimo dijo...

Holaaa, gracias por la visita a mi blog!!... geniales los tuyos!!! ,muy interesantes!!!!. Me paso... un abrazo, nos vemos!. Agredados a mis links!!