lunes, 17 de noviembre de 2008

El Imperio Británico

- Las gordas también tienen derecho a gobernar.

La Época Victoriana comprende el periodo del reinado de la Reina Victoria (1837-1901) y marcó la cúspide de la revolución industrial británica y el auge del imperio británico. La Reina Victoria tuvo el reinado más largo en la historia de los monarcas británicos, y los cambios culturales, políticos, económicos, industriales y científicos que sucedieron durante su reinado fueron notables. Cuando Victoria ascendió al trono, Inglaterra era esencialmente agraria y rural; a su muerte, el país se hallaba altamente industrializado y estaba conectado por una red de ferrocarril en expansión. Tal transición no fue suave: las primeras décadas del reinado de Victoria fueron testigos de una serie de epidemias, fallos en la producción de grano y colapsos económicos.

A medida que el país crecía, cada vez más conectado mediante la expansiva red de ferrocarril, economías enteras se trasladaron a las ciudades, ahora más accesibles. El periodo medio victoriano también fue testigo de significativos cambios sociales, como el renacimiento de la doctrina evangélica, al mismo tiempo que una serie de cambios legales en los derechos de la mujer. Este periodo está caracterizado por una pacífica consolidación de la economía, el sistema colonial y la industrialización, perturbado temporalmente por la Guerra de Crimea... aunque Gran Bretaña estuvo en guerra todos y cada uno de los años del periodo. Hacia fin de siglo, las políticas de Nuevo Imperialismo condujeron a un incremento de los conflictos en las colonias. Desde sus inicios como Estado, Inglaterra comenzó a dominar política y culturalmente en el archipiélago británico, estas influencias llevarían a la creación del Reino Unido en 1707. Sin embargo el imperio británico como tal, nace en el siglo XVII cuando comenzó la expansión marítima comercial. Durante este período los británicos tuvieron posesión de tres territorios principales: Norteamérica, las Antillas y la India.

Inglaterra se anticipa a las restantes potencias en la toma de posiciones; después de la desaparición del primer Imperio colonial francés y de la emancipación de la América española permanece como el único imperio colonial europeo. El Imperio británico fue el más extenso de todos, comenzó a formarse en el siglo XVIII, pero alcanzó la madurez durante el largo reinado de Victoria (1837-1901), impulsado por la acción de sus ministros Disraeli y Chamberlain. Hasta entonces había controlado fundamentalmente territorios costeros o islas con un claro significado comercial o estratégico. Algunas de ellas habían pertenecido a Francia, Holanda o España. La derrota de Napoleón reforzó su posición dominante.

La constitución del imperio británico en Asia fue temprana, en 1885 ya se ha completado. La India fue sin duda el dominio más importante. La India se hizo importante para los europeos cuando los otomanos cancelaron las rutas de comercio entre Asia y Europa. Ahí estuvieron, fracasando, los portugueses, los holandeses y los franceses. Inglaterra como Estado intervino cuando la pérdida del control del norte de la India que tenían los mogoles ocasionó diversas luchas entre los rajás, que querían crear sus propios estados, y por tanto un caos político.
Entre 1757 y 1764, a través de conquistas militares, los británicos se apoderaron de los centros políticos del norte de la India y, mediante ellos, de la totalidad del subcontinente. Los ingleses, desde entonces, debieron lidiar con la complicada composición étnica de la población. Para facilitar su control introdujeron bases occidentales de derecho y el idioma inglés como lingua franca pretendiendo crear bases para la creación de un Estado moderno. Se trataba de una colonia de explotación administrada desde 1777 por la Compañía de las Indias Orientales. Se convirtió en la principal suministradora de materias primas (algodón, té...). Constituida en el eje del imperio, la construcción del canal del Suez agilizó de manera notable las relaciones con la metrópoli. Para mantenerla protegida de los territorios coloniales de otras potencias Gran Bretaña creó en torno a ella una serie de estados tapón, como Beluchistán (en el actual Pakistán) o Afganistán.

A raíz de la sublevación de los cipayos, soldados indios al servicio de Gran Bretaña, la Corona tomó directamente el gobierno de la India que había estado dirigido por la citada Cía. de las Indias Orientales. Otras áreas de dominio británico en Asia fueron Malaca y Singapur; ésta se convirtió en un punto estratégico en las rutas marítimas. Birmania, que era un protectorado, fue anexionada en 1885, lo que supuso la creación de una vía terrestre hacia China. En China, que conservó nominalmente la independencia, amplió su influencia tras el tratado de Nankín (1842) que puso fin a la “Guerra del Opio”. China se vio obligada a ceder Hong Kong y a abrir cinco puertos costeros al comercio exterior. Ello dio paso a los llamados "Tratados desiguales" que no sólo permitieron las ingerencias británicas en los asuntos chinos, sino también las de otras potencias como Francia y Estados Unidos. Más tarde, en 1860, por el Tratado de Tient-Sin, el imperio asiático hubo de transigir en la apertura de otros once puertos. En el Mediterráneo controló una serie de colonias que jalonaban el camino hacia la India una vez abierto el Canal de Suez. Desde Gibraltar se sucerdieron Malta, Suez y Adén. Pronto intervino en Egipto que aunque conservó nominalmente su independencia en realidad fue controlado por franceses y británicos.
En África Avanzó desde el sur (El Cabo) intentando enlazar con el Sudán. Cecil Rhodes se anexionó los territorios que llevan su nombre (Rodesia), hoy repartidos entre Zimbabwe y Zambia. En esta progresión hacia el norte chocará con los bóers, pobladores de origen holandés establecidos en Transvaal y Orange así con la población zulú a la que venció en 1879. Con esta conquista impidió que Portugal puediera progresar de Oeste a Este y unir sus colonias de Angola y Mozambique. Esta expansión se completó con la incorporación de Nigeria, parte de Somalia (1884), Kenia y Uganda. En el control del valle del Nilo chocó contra la otra gran potencia imperialista de África: Francia. Una vez alejado el peligro de una guerra entre ambas potencias tras el "Incidente de Fachoda" (en Sudán), el Imperio Británico se adueño de una de las áreas más ricas de África: el sur, pródigo en oro y diamantes; y el valle del Nilo (Egipto y Sudán), con sus fértiles cultivos de algodón. Su control le permitió además proteger las principales rutas que conducían a la India.

Nueva Zelanda fue convertida en colonia británica en 1841 quedando su población indígena, los maoríes, bajo la soberanía de la metrópoli. Australia fue utilizada durante gran parte del siglo XIX como prisión donde eran destinados determinados convictos. Estos dominios se completaron con algunos archipiélagos del Pacífico. La penetración europea se realizó siguiendo las pautas de formación de colonias de poblamiento que sirvieron de drenaje a los excedentes demográficos británicos y del norte de Europa, provocando en muchos casos la casi total desaparición de las poblaciones indígenas. Canadá redondeó este imperio universal. Fue convertida en dominio en 1867 siéndole otorgado un amplio grado de autonomía. Honduras, Jamaica o Guayana constituyeron asimismo posesiones británicas.

A principios del siglo XX, Inglaterra dispone de un Imperio de 33 millones de km2 con 450 millones de habitantes, aproximadamente la cuarta parte de la población mundial. Los problemas de tan vastos territorios llegan a ser un peso para sus finanzas y debilitan su posición in¬ternacional en Europa. Es el momento de poner fin a la expansión y de frenar a Alemania, para lo cual rompe su aislamiento y se aproxima diplomáticamente a Francia y Rusia. En todas partes ha podido construir la infraestructura ferroviaria y de puertos, o efectuar traba¬jos de irrigación en la India y Egipto. Las colonias de plantación han al¬canzado su rendimiento máximo: algodón en la India y Egipto, yute en la India, té en Ceilán, hevea en Malasia. Los territorios de población blanca, débilmente poblados, le envían excedentes de carne, trigo y lana. Las minas de África del Sur, Australia y otros países ponen a su disposición oro y diamantes, estaño, cobre…

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Reportaje sobre la guerra durante los tiempos del Imperio Británico: el nacimiento de la guerra moderna, como lo fue la Guerra de Crimea.

viernes, 14 de noviembre de 2008

La Europa de la Restauración

Metternich y amigos esperando a las strippers. Nadie dijo que salvar el mundo sería fácil.

Abarca un periodo corto, desde la caída de Napoleón en 1814 hasta las revoluciones europeas de 1830. Se intentó, por parte de gobiernos europeos, reaccionar frente a los logros de la Revolución Francesa y volver a los presupuestos del Antiguo Régimen. De ahí, deriva la denominación Restauración. Se trata de una época compleja. Gran parte de esta complejidad se explica por la heterogeneidad de las fuerzas que vencieron a Napoleón: unos luchaban contra el intento imperial de romper el equilibrio de occidente; otros, los nacionalistas, se levantaron contra el proyecto unitario que suponía; por último, estaban los que se oponían al ideal girondino napoleónico de extender los principios revolucionarios por toda Europa. Estas fuerzas eran contradictorias entre sí, pero la política del equilibrio europeo consistirá en no permitir la formación de una potencia territorial europea. La Restauración interpretó que la Revolución Francesa y el Imperio Napoleónico habían roto ese equilibrio y era necesario volverlo a construir. Las potencias debían ayudarse para mantener a sus gobernantes legítimos y abortar cualquier conato de revolución, pacto que se romperá oficialmente con la Guerra de Crimea.

La política internacional europea de la época queda configurada por los principios de legitimidad, equilibrio e intervención. En virtud del principio de legitimidad se restaurarán las dinastías del Antiguo Régimen, recuperando los territorios que le pertenecían. Los espacios alemán e italiano fueron discutidos y repartidos buscando compensaciones. Rusia se fortaleció por el Este y Prusia por el Oeste. También se crearon estados-tapón. Se entendía que la Revolución Francesa y el Imperio Napoleónico habían roto el equilibrio europeo y había que reconstruirlo. Así entraba en juego el segundo principio: el del equilibrio. La clave de la política europea acabó siendo la aplicación del principio de intervención. Consistía en el compromiso entre las potencias de intervenir en cualquier país donde surgiera un estallido revolucionario. La aplicación de los tres principios citados, da origen a los dos rasgos que caracterizaron el sistema político de la Restauración. El primero consiste en la fórmula de Directorio, la dirección mancomunada de la política europea por parte de las grandes potencias. En Europa se imponía la supremacía de las grandes potencias. El segundo es la convocatoria de Congresos. Para poner en práctica la política mancomunada de las grandes potencias había que ponerse de acuerdo. En octubre de 1814 dio comienzo el Congreso de Viena, aunque las dificultades de concentración obligasen a aplazar una y otra vez las fechas de las sesiones. Los protagonistas fueron el emperador de Austria Francisco I y su canciller Metternich que desempeñaron los papeles de anfitrión y principal negociador. El zar de Rusia, Alejandro I, el cual, sorprendió a todos con un proyecto de Santa Alianza. El rey de Prusia, Federico Guillermo III, delegó en su colaborador el príncipe Hardenberg, que a su vez se apoyaba en Humboldt. Para equilibrar el engrandecimiento ruso se ampliarán los dominios del reino prusiano con los territorios de Renania y Westfalia. Castlereagh, por parte de Gran Bretaña, es una pieza clave en el Congreso. Fue el primero en hablar de la necesidad de un sistema de equilibrio europeo. Por parte de Francia, el ministro de Asuntos Exteriores, Talleyrand, hombre de extraordinaria capacidad diplomática. Los representantes de las medianas y pequeñas potencias tuvieron poco que hacer en el Congreso de Viena. Entre ellos no destacó especialmente el representante español Gómez Labrador.

El capítulo más amplio fue el de las decisiones. Se centró en la reorganización del mapa europeo. La creación de fronteras artificiales, en muchos casos, provocará problemas nacionalistas en un futuro próximo. Rusia se anexionaba Finlandia y el Reino de Polonia quedaba bajo la soberanía del zar. Austria retenía la Galitzia polaca, mientras controlaba Lombardía, Venecia y las provincias Ilíricas. En los reinos de Italia la aplicación del principio de legitimidad permitió a Víctor Manuel I recuperar Saboya y Génova; Fernando V volvió a Nápoles; el Papa a los Estados Pontifícios; Fernando III a Toscana y Francisco IV a Módena. En el conjunto del mundo alemán se procedió a una simplificación del mapa, reduciendo a 39 el mosaico de Estados que pasaron a configurar la Confederación de Estados Germánicos. Prusia adquiría Posen, Dantzig, la Pomerania sueca y parte de Sajonia. El engrandecimiento de Prusia frenaba el expansionismo ruso, a la vez que preparaba vías para la unidad de Alemania. Suecia obtuvo la soberanía sobre Noruega, mientras que Bélgica, Holanda y Luxemburgo constituían un estado-tapón en la zona que más interesaba proteger a Gran Bretaña.

El segundo congreso, después del de Viena, fue el de Aquisgrán. Se celebró en los últimos meses de 1818. El principal tema del congreso fue regularizar la situación de Francia. Se facilitó el pago de las reparaciones de guerra en plazos e ingresó en el Directorio. El panorama europeo era tranquilizador aunque comenzaban a aflorar diferencias ideológicas, aunque no afectaban a la unidad, pues había dos bloques con el mismo fin, las potencias absolutistas y las de régimen constitucional.

En 1820 la revolución liberal resurgía en los reinos de España, Portugal, Nápoles y Piamonte. Los monarcas tuvieron que aceptar regímenes constitucionales. En la conferencia de Troppau se continuó en Laybac (Liubliana) en enero de 1821. La habilidad de Metternich se puso de manifiesto y Austria recibía plenos poderes para intervenir en Italia y restaurar los regímenes de plena soberanía. En 1821, los planes revolucionarios italianos y españoles provocaron otra gran reunión de la Pentarquía en Verona a finales de 1822 en la cual se decidió redactar una nota a las Cortes españolas, amenazando con la intervención si no se producía un cambio sustancial. Si la nota de las potencias se rechazaba, entraría en España un ejercito francés, respaldado por la Pentarquía. Después de Verona prevalecería la política individual de cada potencia sobre la global. La nueva oleada revolucionaria de 1830 dará al traste con el Sistema Metternich.

Gran Bretaña durante el periodo que nos ocupa está cubierta de gobiernos tories que rechazarán cualquier tendencia revolucionaria en las Islas y que practicarán una política ajena a los asuntos del continente europeo. El imperio ruso se había engrandecido con la anexión de Finlandia y la soberanía sobre Polonia, pero su hegemonía europea se vio frenada por la aplicación del principio de equilibrio. Cuando llegó el ciclo revolucionario de 1820, se mostró radicalmente antiliberal. La primera obra de Luis XVIII al subir al trono fue la promulgación de una Carta Otorgada, ley que emana de la autoridad real, pero que reconoce los derechos del pueblo. Las instituciones revolucionarias y napoleónicas se respetaron en su mayoría. Puso en marcha una política conciliadora, teniendo que hacer frente a problemas durante su reinado, sobre todo en los primeros años por el intento napoleónico de los Cien días, pero las reformas y el éxito militar de Los Cien Mil Hijos de San Luis contribuyeron a restaurar el prestigio interior y exterior del régimen de la restauración en Francia. El mundo germánico esperaba con ansia la unidad alemana. La Confederación de los 39 Estados Germánicos configurada en el Congreso de Viena, contaba con un Parlamento en Francfort en el que se trataban asuntos muy generales. Ni Austria ni Prusia renunciaban al protagonismo en la formación de la Gran Alemania. Prusia era ya la primera gran potencia del mundo germánico. Estaba gobernada por el rey Federico Guillermo, contaba con el ejercito mejor organizado de Europa; pero Austria contaba con el mejor político, hábil diplomático y enérgico gobernante, Metternich, que se mantendría en el poder con su emperador Francisco I hasta 1848. En Italia predominaba por el momento el liberalismo sobre el nacionalismo. Prevaleció el régimen de soberanía real y los descontentos fueron mayores que en otras partes de Europa. Y la cosa quedó tal que así:
1820 fue la fecha en la que el sistema político de la Restauración atravesó el momento más crítico, es en esta fecha cuando tienen lugar movimientos revolucionarios en España, Portugal, Piamonte, Nápoles y Grecia. Estas oleadas revolucionarias deben interpretarse como la reacción a la Europa de la Restauración que había dejado graves problemas de nacionalismo. Las potencias del Directorio, para impedir que estos brotes revolucionarios llevasen a la implantación del liberalismo, acaban progresivamente con estos nuevos regímenes constitucionales. Los únicos que se mantendrán serán los gobiernos de Portugal y Grecia, esta última será reconocida como estado independiente del imperio turco.

En torno a 1830 una nueva oleada de mayor envergadura asola Europa; el punto de partida de estas agitaciones es el alzamiento de orleanistas y republicanos en París en julio de 1830; triunfan los primeros, los cuales hacen abdicar a Carlos X, último rey francés de la casa de Borbón y proclaman a Luis Felipe de Orleáns como rey de Francia. Desde Francia la revolución se extiende a Bélgica, que obtiene la independencia de Holanda, con la que formaba hasta entonces el reino de los Países Bajos. Los Estados centrales de la confederación germánica serán los siguientes en sufrir la oleada revolucionaria, seguidos de Polonia y los pequeños Estados de la Italia central. Las revoluciones de 1830 acabarán dando el triunfo al liberalismo en la Europa Occidental. El siguiente ciclo revolucionario, en 1848, liberalizará los regímenes de Europa Central.

Los años 1815-1830 trajeron consigo una estabilidad que mejoró la condición humana, debido principalmente a la ausencia de guerras y perturbaciones civiles a nivel continental. Después de Waterloo se establecía un orden internacional que se mantendría a lo largo de todo el siglo. Viena fue la primera conferencia de paz moderna: un intento no sólo de resolver todas las cuestiones pendientes en el continente europeo, sino también de preservar la paz sobre una base permanente. Sus procedimientos fijaron la pauta de las conferencias internacionales.

La oleada revolucionaria que se extendió durante 1848 por gran parte de Europa, además de su significado político, poseyó un marcado carácter social. Francia, Austria, Alemania, Suiza, al igual que otros estados, constituyeron escenarios en los que la clase trabajadora intervino en forma de protestas y motines junto con la pequeña burguesía liberal, frente a los intereses de la alta burguesía que acaparaba los resortes del poder. Sus demandas se centraron en una ampliación de los derechos y libertades conseguidos durante la Convención Nacional francesa de 1793. La experiencia de 1848 fue especialmente relevante en Francia, donde la presión social forzó la caída de la monarquía de Luis Felipe, el llamado “rey burgués” y supuso la proclamación de la Segunda República. Como ministro de Trabajo durante el gobierno provisional republicano, el socialista Louis Blanc creó los “Talleres Nacionales” y fijó la jornada máxima de trabajo en 10 horas en un intento por absorber el enorme paro que asolaba el país. El cierre de los Talleres Nacionales acaecido tan solo unos meses más tarde de su apertura significó también el fracaso de quienes pretendían dar contenido social a unas reivindicaciones que habían ido más allá de lo meramente político. La proclamación de Luis Napoleón como presidente de la República y la posterior abolición de ésta a causa del golpe de estado asestado por él mismo tres años más tarde, fue la expresión del naufragio del empeño de los trabajadores de poner fin a las desigualdades en la distribución de la riqueza y mejorar sus pésimas condiciones laborales y sociales.

La enseñanza que el movimiento obrero extrajo de la fallida experiencia revolucionaria de 1848 fue que en adelante solo debía confiar en sus propias fuerzas y permanecer al margen de las alianzas con sectores de la burguesía. Se organizó en sindicatos y pasó a la acción política de la mano de las ideologías marxista y anarquista.

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Documental prehistórico sobre la Guerra de la Independencia con Napoleón y José Bonaparte recibiendo tollinas por parte de cuatro gañanes. Luego llegó Fernando VII y España hizo el ridículo internacional hasta la Eurocopa de 2008.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Revolución Francesa (1794-1815)


¿Hortera? ¿Megalómano? ¿Yo? - Napoleón Bonaparte nunca superó sus complejos por ser bajito.

El Directorio (1795-1799)
Tras la ejecución de Robespierre y de otros elementos jacobinos ("montañeses") la revolución se adentró en una fase moderada. Fue redactada una nueva Constitución, la de 1795, y se ensayó la fórmula del Directorio; el poder Ejecutivo quedaba en manos de 5 miembros (directores), en tanto que el Legislativo descansaba en dos Cámaras (Consejo de los Quinientos y el Senado). Un militar de prestigio, Napoleón Bonaparte, se convirtió durante algún tiempo en el árbitro de la política, hasta que en noviembre de 1799 (brumario) decidió poner fin al sistema mediante un golpe de estado.

Significado de la Revolución Francesa
Fue la primera revolución política burguesa del continente europeo, sus precedentes hay que buscarlos en la Revolución Inglesa del siglo XVII y en la Independencia de los Estados Unidos. Supuso la implantación del liberalismo, golpe decisivo al absolutismo monárquico que fue reemplazado por la soberanía nacional, el reparto de poderes y el reconocimiento de las libertades individuales. Dotó a Francia de una nueva estructura de la propiedad agrícola, aunque pervivieron las grandes propiedades agrarias (en manos de la burguesía), nació un nuevo tipo de explotación de tamaño medio en sustitución de los antiguos latifundios. Constituyó un referente político e ideológico, las futuras revoluciones burguesas que se desarrollan a lo largo del siglo XIX volverán sus ojos hacia ella. Sucedió así en las oleadas de 1820, 1830 y 1848 y en los procesos de independencia colonial que dieron origen a nuevos estados, como los de la América hispana. El gobierno de Napoleón (1799-1815) encarnó la consolidación del nuevo estado francés heredero de la Revolución. Se asentó sobre un régimen personalista y autoritario que difundiría los ideales revolucionarios mediante la ocupación de numerosos estados de Europa.

Plano interno
Para Francia el período napoleónico supuso la consolidación definitiva de la obra de la Revolución desde sus presupuestos más moderados. Napoleón afianzó las principales conquistas revolucionarias aunque eliminando sus aspectos más radicales y tendiendo a una concentración de poder cada vez mayor en su persona. Los pasos que siguió fueron: el Consulado, el Consulado Vitalicio y el Imperio (1804-1815). Se apoyó en la alta burguesía y el ejército. Sus realizaciones más notables se concretaron en la creación de una administración local de estructura centralizada, la organización judicial (los jueces convertidos en funcionarios) y la reestructuración del aparato burocrático. El resultado de esta política se materializó en su Código Civil (1804) que garantizaba la libertad individual y económica, la igualdad ante la ley y la propiedad privada. La alta burguesía junto a sectores de la nobleza repatriada se convirtió en la clase dirigente de Francia en tanto que el campesinado conservó las ventajas alcanzadas tras las reformas de la Revolución. Por un lado, Napoleón mantuvo muchos de los principios de la Revolución: liberalismo, soberanía nacional garantizada por sufragio universal, separación de poderes, subordinación del clero al Estado, fomento de la educación... Pero por otro, desvirtuó el sufragio universal, entorpeció la acción del cuerpo legislativo, la educación fue utilizada como un medio de control moral y político, los tribunales sufrieron una depuración, la libertad de prensa y de palabra se recortaron y la etiqueta cortesana al estilo de las monarquías absolutas fue recuperada. Finalmente, en materia religiosa Napoleón restableció las relaciones con el Vaticano (Concordato de 1801) y todos los obispos juramentados afectos a la Revolución fueron destituidos.

Plano internacional
La acción de Napoleón ha de identificarse con la idea de una Europa unida bajo un mismo orden caracterizado por la abolición de la sociedad estamental. Para poner en práctica dicho proyecto se embarcó en una política imperialista que liquidó los reductos del Antiguo Régimen. Para afrontarla se valió de un moderno ejército que utilizando tácticas revolucionarias venció a cuantas coaliciones se le enfrentaron, esencialmente las integradas por Austria, Rusia y Prusia bajo la dirección de Inglaterra. El resultado fue la formación de un imperio bajo el liderazgo de Francia, organizado y regido personalmente, a través de familiares o militares de confianza, con la colaboración de las clases ilustradas de los países conquistados, en los que se promulgaron constituciones y códigos similares al francés. La formación de ese imperio fue posible gracias a una serie de ininterrumpidas victorias militares frente a rusos, austríacos y prusianos (Ulm, Austerlitz, Jena…). Sin embargo, fracasó en el intento de bloquear a Inglaterra por mar. Las dificultades que encontró en España (Guerra de la Independencia), el fracaso de la campaña de Rusia y la enérgica acción de Inglaterra (derrota franco-española de Trafalgar, 1805) hicieron fracasar sus pretensiones imperiales. Tras ser vencido Leipzig (1813) fue desterrado a la isla de Elba (1814). Supuso la restauración de los Borbones en Francia en la persona de Luis XVIII, interrumpida por el corto regreso del emperador al poder (Imperio de los Cien Días). Tras ser derrotado en Waterloo (1815), fue desterrado a la isla de Santa Elena (en el Atlántico) donde murió en 1821.

El legado napoleónico
En el campo político-social y militar supuso la extensión de las formas revolucionarias, del liberalismo (Código de 1804) y la quiebra definitiva de las estructuras feudales. Esa labor se concretó en:

• El nacimiento de una serie de constituciones de signo liberal moderado (Ej. el Estatuto de Bayona de España, 1808).
• El ascenso de la burguesía como nueva clase dominante frente a la nobleza y el clero.
• La puesta en práctica del Derecho moderno.
• La innovación de los ejércitos y las tácticas militares.

En el campo económico consolidó las reformas agrarias llevadas a cabo durante la Revolución y propició la formación de un campesinado de clase media que transmitió a Francia estabilidad política. Aunque una significativa parte de las tierras expropiadas a la nobleza durante la revolución fueron devueltas a sus antiguos dueños, la operación se materializó bajo las formas jurídicas y de explotación capitalistas. Además se sentaron las bases para que Francia iniciara su industrialización. En el aspecto ideológico fomentó los nacionalismos, tanto el francés como el de los estados que fueron ocupados por sus ejércitos. También aseguró las bases de la enseñanza láica plasmada en la reforma de la Enseñanza Secudaria (Bachillerato) que gozaría de gran prestigio internacional y subsiste aún en nuestros días. Este legado perduró a pesar de los intentos de involucionismo promovidos por los sectores más reaccionarios a raíz del Congreso de Viena y materializados en la acción de la Restauración.

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-Interesante documental sobre la misteriosa muerte de Napoleón. Dicen que si lo véis a medianoche delante de un espejo y con un gusiluz, se os aparece el Almirante Nelson.

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La segunda parte de la miniserie sobre la Revolución Francesa, en pleno despiporre de sangre, guillotinas y pelucas.

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lunes, 10 de noviembre de 2008

La Revolución Francesa (1789-1794)

- Epa, no, no soy Ramón Calderón con peluca, soy Robespierre. Pero también le cortaría el cuello a Ferguson si se me pone a tiro, que estoy muy loco.

En las postrimerías del siglo XVIII, Francia asiste al desmoronamiento de sus estructuras feudales. El proceso se manifestó a través de una crisis social y del Estado que condujeron a la descomposición del absolutismo. Las ideas de la Ilustración jugaron un papel clave. La mala coyuntura económica aceleró el proceso. Legalmente la sociedad estaba dividida en estamentos fundamentados sobre los privilegios y la desigualdad. Los beneficiarios de este orden social eran la nobleza y el clero. Un tercer grupo que estaba constituido por burgueses, artesanos, campesinos y otros colectivos; carecía de privilegios y sumaba el 90% de la población. Sobre ese conjunto recaían los impuestos y cargas económicas en los que se sustentaba el Estado. Los cambios económicos que estaban teniendo lugar en el seno del capitalismo comercial dotaban a la burguesía de un poder económico que no se correspondía con su protagonismo político. Este desajuste originaba frustración en una clase rica y culta que reclamaba un nuevo marco social y político donde poder desarrollar sus expectativas. Francia estaba gobernada por una monarquía absoluta encarnada en un rey de derecho divino y un Estado fuertemente centralizado. Para muchos se hacía necesaria una reforma a la que, sin embargo, estaban poco dispuestos los privilegiados. La crisis del Estado se traducía en un crónico déficit que hacía que anualmente los gastos de la Hacienda Pública superasen en un 20% a los ingresos. Las medidas que se acometieron para paliar el problema no hicieron sino complicar la situación pues se centraron en el creciente recurso a empréstitos y al incremento de la presión fiscal. Esta difícil situación constituirá uno de los detonantes del estallido revolucionario. La Ilustración subrayó esas contradicciones, contribuyendo a socavar los cimientos sociales y políticos del Antiguo Régimen. Destacaron las teorías de Montesquieu y Rousseau, fundamentadas en los principios de separación de poderes, soberanía nacional e igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. El ejemplo de cómo esos principios podían llevarse a la práctica lo tuvieron los franceses en los Estados Unidos.

La revuelta de los privilegiados
La protagonizaron la aristocracia y el clero que se opusieron a las propuestas de Luis XVI. Para evitar la bancarrota de la Hacienda se proyectó una reforma fiscal que incorporaba como contribuyentes a los privilegiados. Reunidos en una Asamblea de Notables, integrada por príncipes, grandes nobles y altos dignatarios eclesiásticos, los dos grupos privilegiados se opusieron y solicitaron al rey la convocatoria de los Estados Generales, una asamblea en la que también tenía representación el Estado Llano.

Los Estados Generales (1789)
Se reunieron en Versalles el 5 de mayo de 1789 con el propósito de solventar el problema financiero. Sirvieron de plataforma para que el Estado Llano pidiese reformas políticas, canalizando dichas demandas mediante los llamados “Cuadernos de Quejas”. El Estado Llano, que contaba con un número de componentes que igualaba al de los otros dos juntos, planteó que las votaciones se hiciesen individualmente, cada diputado un voto y no por estamentos, a lo que tanto la nobleza como el clero se negaron. Ante tal rechazo, los representantes del Tercer Estado optaron por reunirse separadamente.

La Asamblea Nacional y la Asamblea Constituyente (1789-1791)
Frente a las presiones para que la Asamblea Nacional se disolviese, el 20 de junio de 1789 los diputados juraron no hacerlo hasta elaborar una Constitución para Francia. Desde ese instante la Asamblea Nacional se transformó en Asamblea Constituyente. A los intentos del monarca por reprimir una insubordinación que cuestionaba el orden establecido respondió el pueblo de París con el Asalto a la Bastilla (14 de julio). Abolió los privilegios feudales y la sociedad estamental, declaró los Derechos del Hombre y del ciudadano, la soberanía nacional, la libertad e igualdad de los hombres, principios que se formalizaron en la primera constitución francesa, cuyo precedente inmediato fue la estadounidense de 1878, redactó la Constitución Civil del Clero, que suponía la formación de una Iglesia nacional desgajada de la obediencia del Papa. Esta medida provocó la consiguiente división del clero en dos sectores: los “juramentados” (que se atuvieron a la norma) y los “refractarios” (reacios a acatarla) y promulgó la Constitución de 1791, ley fundamental que organizaba la vida de Francia y en la que se contempló la soberanía nacional, la división de poderes y el sufragio censitario. La Asamblea Nacional ponía la Revolución en manos de los sectores moderados, los girondinos. Con ella Francia dejó de ser una monarquía absoluta y se organizó como una monarquía de carácter limitado y constitucional.

La Asamblea Legislativa (1791-1792)
De acuerdo con la Constitución de 1791 se configuró una nueva Asamblea, que habría de trabajar junto al rey en la elaboración de leyes. Durante ese período tuvieron lugar una serie de hechos que radicalizaron la revolución: tras la aprobación de la Constitución del Clero, el rey intentó huir a Austria. Descubierto en Varennes fue obligado a regresar, quedando en entredicho su lealtad, pero también afectando a las iniciativas de los miembros moderados de la Asamblea Constituyente y a la propia Constitución monárquica de 1791. Como reacción, las potencias absolutistas encabezadas por Austria y Prusia decidieron intervenir. La Asamblea Legislativa, dominada por los girondinos, declaró la guerra a Austria, en tanto que los jacobinos discrepaban de la decisión pues suponía una internacionalización de la Revolución que en principio no deseaban. Se desencadenó la escisión del frente revolucionario. Esta división se vio propiciada por los iniciales reveses militares franceses en la primavera de 1792. Surgieron grupos radicales (Sans-Culottes) que reivindicaban cambios democráticos y sociales avanzados. El 10 de agosto instauraron en París una Comuna revolucionaria que destituyó y arrestó al rey procediendo a la sistemática persecución de sus seguidores. Se ponía fin de ese modo a la monarquía constituyente consagrada en la Constitución de 1791.

La Convención Nacional (1792-1794)
La Asamblea Legislativa fue reemplazada mediante sufragio universal por la Convención Nacional. Abolió la monarquía e implantó una República. La Convención contó en su seno con tendencias articuladas en los siguientes grupos: Girondinos (con Lafayette -Presidente de la Asamblea Nacional-, Mirabeau -Presidente, consejero real y partidario de la monarquía constitucional- y Brissot -director de El Patriota Francés-), partidarios de controlar moderadamente el proceso revolucionario, Jacobinos (con Danton -republicano y diputado de la Convención-, Marat -Director de L'Ami du Peuple y representante del pueblo- y Robespierre, contrario a la guerra con Austria, apoyado por los sans-culottes llega al poder como portavoz del Partido Radical de la Montaña, haciéndose republicano y creando el Comité de Salvación Pública, instaurando el Régimen del Terror), que apoyados por los sans-culottes (artesanos y obreros) y la Comuna de París evolucionaron hacia posturas radicales y La Llanura (que comprendía la mayor parte de la Convención) fluctuaba entre ambos grupos. Dos etapas configuraron este período. La girondina (septiembre de 1792-junio de 1793), mientras duró, la Convención estuvo dominada por los moderados girondinos. Se venció a los prusianos, pero la presión de los jacobinos forzó a la ejecución del rey (enero de 1793), lo que avivó la ofensiva europea, encabezada por Inglaterra. La jacobina (junio de 1793-julio de 1794), los más exaltados se hicieron con el poder y a través de medidas de excepción como la constitución de un Tribunal Revolucionario expulsaron a los girondinos de la Convención. La revolución evolucionó hacia su fase radical desembocando en un “Régimen de Terror” que, encabezado por Robespierre, llegó incluso a eliminar a los jacobinos menos vehementes (Danton). En julio de 1794, un golpe de estado protagonizado por los diputados centristas (la Llanura) depuso a Robespierre y mandó ejecutarlo. El ascenso revolucionario quedó interrumpido y Francia se adentró en una etapa moderada.

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Documental sobre los primeros años de la Revolución Francesa, cosa fina chavalería:

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jueves, 6 de noviembre de 2008

Historia del Periodismo en Estados Unidos

¿Aburrido yo? ¿Con esta cara? ¿Creéis que un tipo con estas gafas es aburrido, malditos bastardos? - Joseph Pulitzer, ese gran incomprendido.

Las 13 colonias no tenían el régimen preliberal de Inglaterra. Durante la Revolución Gloriosa se da también una lucha religiosa; muchas ramas del protestantismo y católicos huyen a América, que se puebla de disidentes (Pensilvania-cuáqueros, Virginia-anglicanos, Maryland-católicos…); además de daneses, franceses, alemanes… Al gobierno británico sólo le interesaba el aspecto comercial, por lo que paulatinamente aumentaba su control económico, lo que provocaba críticas y la aparición de periódicos críticos en Boston (Boston Gazette), Nueva York, Filadelfia…

Destaca la labor de Benjamin Franklin; compró el periódico La Gaceta de Pensilvania, participó en la fundación de la primera biblioteca pública de Filadelfia y participó activamente en la creación del nuevo país. Otro personaje clave es John Zenger; atacó en su periódico Weekly Journal la corrupción del gobernador de Nueva York, William Cosby y de su camarilla. Este le mando arrestar por difamación. Tras estar diez meses en la cárcel, el juicio se celebró en agosto de 1735. El abogado Andrew Hamilton defendió a Zenger. Su argumento era que la verdad no constituía difamación, y que la libertad de publicar la verdad era un derecho natural de un inglés nacido libre. Zenger salió absuelto al ser juzgado por un jurado, y esta fue una importante victoria de la libertad de expresión y de prensa.

A raíz de esto surgen nuevos periódicos; se dará mucha importancia al entretenimiento (relatos y poesías) y habrá mucho espacio para anuncios privados, al ser tremendamente difícil conseguir noticias del extranjero. Compartían el aire independentista y a partir de 1765 se agudiza debido a una serie de impuestos, como la Stamp act y otros sobre la tinta, el papel… además de en otros ámbitos; "no taxation without representation". La prensa ejerció de agitador propagandístico (“Cartas de un granjero”: 10 cartas, el parlamento inglés es enemigo de la libertad, de los americanos; el Boston Tea Party de Samuel y John Kinsey Adams en 1773; “El sentido común”, de Thomas Payne, con enorme difusión, “el gobierno es sólo un mal necesario”). La propia Declaración de Independencia de 1776 sale publicada el 6 de julio en el Pennsylvania Evening Post; la prensa es capaz de cambiar una nación, se crean las bases de la sociedad americana. Es la prensa la que presiona para que la Constitución de 1789 cree un gobierno central fuerte, de tendencia federalista, en oposición a lo que en un principio apoyaban los americanos. Pese a esto, es la primera vez que podemos hablar de opinión pública, empieza a haber relación entre la acción de la prensa y las movilizaciones populares.

El fenómeno de la prensa popular/comercial va a tener un desarrollo muy rápido, debido a las oleadas de inmigración, consumidora de esta prensa; no sólo hay noticias, también entretenimiento, publicidad… además de editoriales (American Minerva, 1793). Esto se favorece por la difusión de muchas publicaciones. Estamos en la antesala del periodismo industrial, a partir del XIX, que de manera incipiente van surgiendo las agencias de prensa. Pero estos ejemplos, aunque amplían los márgenes del mercado, no van a servir para la elaboración del pensamiento popular.

En el siglo XIX, cada treinta años los inmigrantes duplicaron la población del país y su urbanización. Hacia 1830, el 10 % de los norteamericanos habitaban en ciudades. Los menos ricos y los granjeros del Oeste llevaron a la presidencia a A. Jackson (1828), símbolo de una era de reformas: el su¬fragio universal y la educación se generalizaron. La prensa reflejó e impulsó el desarrollo del igualitarismo. En los treinta años que precedieron a la Guerra de Se¬cesión aparecieron las prensas rápidas y el pa¬pel barato, así como la navegación de vapor, el ferrocarril y el telégrafo. La prensa adquirió entonces rasgos modernos. Concentró sus esfuerzos en la pura información con el fin de atraer a las multitu¬des, y por tanto a los anunciantes. La venta del ejemplar, muy barato, no cubría más que el costo del papel: la pu¬blicidad se convertía en esencial. Así la prensa se liberó de los partidos y atrajo inversiones. Como los periódi¬cos se vendían en la calle a un público poco educado, su presentación se hizo más atractiva y más sencilla.

B. Day fue el primero en conseguir un diario vendido a un centavo (penny) en lugar de a seis: el New York Sun (1833). Especializándose en los sucesos locales (menos caros de obtener), sobrepasó muy pron¬to la tirada global de los diarios neoyorkinos e in¬fluyó sobre toda la prensa. Sin embargo, la penny press no tardó en ser respetable. En 1835, James Gordon Bennet lanzó el New York Herald cuya tirada alcanzó los 40.000 ejemplares a los 15 meses, y 100.000 a los 15 años. ¿Su secreto? Añadir a lo sensacional una información abundante y variada, ser el primero en darla, y acompañarla de editoriales. Horace Greeley, en 1841, creó el popular Tribune, que no cesó de defender causas nobles y adquirió una influencia única en la Historia de los Estados Unidos. Realiza la primera entrevista; al líder mormón, que inicia el conflicto entre vida privada e información. A partir de ahora la opinión pública tiene su ámbito en lo privado, “autoridad moral pública”. Esta prensa da primacía a lo local, que supondrá un factor de cohesión dentro de la ciudad; la información se convierte en factor de identidad comunitaria. En 1851, H. Raymond fundó el New York Times, y le dio su gran repu¬tación de periódico objetivo. Nueva Inglaterra tenía por supuesto, diarios de calidad, pero también la región del Midwest, con el Chicago Tribune.

Después de 1865, los Estados Unidos tuvieron una muta¬ción industrial: cable trasatlán¬tico, vía férrea transcontinental, rotativas perfeccionadas, teléfono, linotipia, etc. Se habían reunido por tanto tres con¬diciones esenciales para que la prensa diera un nuevo paso adelante. Dos hombres, uno de la zona del Midwest, el otro de California, iniciaron una segunda ola de populari¬zación.

J. Pulitzer impulsó primero el St Louis Post-Dispatch (1878), después el New York World (1883), utilizando sucesos, grandes titulares e ilustraciones, pero dando también una relación exacta y completa de la actua¬lidad y haciendo campaña contra la injusticia y la corrup¬ción. El World batió todos los records: vendía un millón de ejemplares en 1897. Y el Sunday World impuso a la pren¬sa la edición dominical, dedicada al entretenimiento.

- Lo creáis o no, esto era el despolle por aquellos años. Humor inteligente le llamaban.

W. R. Hearst había dado nueva vida al San Francisco Examiner (1887) vulgarizando algunos méto¬dos de Pulitzer. En 1896 compró el New York Journal y se lanzó a una fortísima competencia contra el World. A fuerza de dólares conquistó un amplio público inculto, al que atraía con historias violentas, fuertes o sentimentales, escándalos inventados y cruzadas estériles. Explotó ruido¬samente el nacionalismo y el imperialismo naciente en el público hasta el punto de que se le atribuye en parte la guerra hispano-norteamericana. En 1900, la Yellow press abarcaba una tercera parte de los grandes periódicos norteamericanos, lo que provocó un rechazo de las capas más cul¬tivadas, y graves amenazas de regulación gubernamental.

Otro gran patrón de prensa fue E. W. Scripps. Su cadena de periódicos iniciada en los años 80 se convirtió en la mayor del país. Sus diarios vespertinos atraían a las masas de las ciudades industriales de tamaño medio por sus informaciones breves y por el decidido apoyo a sus intereses. Primer magnate «moderno», Scripps dejaba a sus directores libres de actuar, con tal de que obtuvieran beneficios. A su muerte poseía 50 millones de dólares, tres cadenas de periódicos y cuatro agencias, una de ellas la United Press.

Se había entrado en la era de los mass-media. Dadas las inversiones que requería, la prensa formaba parte del big business. Los diarios, grandes empresas industriales, perse¬guían ante todo el beneficio. Norteamérica inauguraba la producción en masa: los mayores ingresos de la prensa venían ahora de la publicidad. Para obtenerla era necesario aumentar las tiradas, lo que producía una competencia en¬carnizada.

A partir de 1870 las posibilidades de lucro con la publicidad son enormes; fruto de la Revolución Industrial, donde hay lucro hay consumo, hay publicidad. La Penny Press utiliza la publicidad y con la prensa popular tiene un crecimiento desmesurado. Las clases altas tendrán una prensa de calidad, que no depende de la publicidad para mantenerse (The New York Ledger no admitía publicidad), y las clases populares tendrán una prensa de bajo coste e infestada de publicidad. Se anunciaban vendedores de productos muy baratos, profesionales, patentes medicinales fraudulentas…; también se pusieron de moda los centros comerciales. No había ninguna norma regulatoria, los propios periódicos mentían sobre su tirada para tener espacios publicitarios más caros; tanto publicitario como anunciante mentían. En 1869 se crea el primer directorio de periódicos, donde se editan y se firman contratos publicitarios; empiezan a lanzarse campañas nacionales que no son de patentes, lo que aumenta la credibilidad. Los primeros nombres destacados son Claude Hopkins (copywriter, venta dura, llenos de letra + cupón final de muestra, publicidad como ciencia), Ealmo Calkins (creativo de arte, camisetas Arrow, ilustraciones modernistas) y Albert Lasker (creativo de cuentas, venta blanda)

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