martes, 28 de octubre de 2008

I Revolución Industrial

La emergencia del capitalismo y la Revolución Industrial
Hasta fines del siglo XVIII, la economía europea se había basado en la agricultura y el comercio. Los productos industriales eran artesanías, como los tejidos, que se fabricaban en casas particulares. En una economía fundamentalmente artesanal, el comerciante entregaba la lana a una familia y ésta la hilaba, la tejía y devolvía a su patrón el producto terminado a cambio de una suma de dinero. Esta forma de producción se modificó notablemente entre fines del siglo XVIII y mediados del XIX. El país donde comenzaron estos cambios fue Inglaterra. Allí se daban una serie de condiciones que hicieron posible que, en poco tiempo, se transformara en una nación industrial; lo que permitió impulsar la inventiva y aplicarla a la producción y a los transportes. Surgieron los telares mecánicos, que multiplicaban notablemente la cantidad y la calidad, los ferrocarriles y los barcos de vapor. Este período, conocido como la Revolución Industrial, fue posible porque:

-Importantes yacimientos de carbón, el combustible más usado en la época, yacimientos de hierro, materia prima con la que se hacían las máquinas, los barcos y los ferrocarriles.

-La burguesía inglesa había acumulado grandes capitales a partir de su expansión colonial y comercial

-Las ideas liberales, muy difundidas en Inglaterra, favorecían la iniciativa privada. A esto se sumaban las garantías que daba un parlamento que representaba también los intereses de esta burguesía industrial y comercial.

-La marina Mercante inglesa era una de las más importantes del mundo. Esto garantizaba a los productores de ese país una excelente red de distribución en el orden mundial.

Al mismo tiempo que tiene lugar en Inglaterra la revolución industrial, se produce en el país una importante transformación agrícola que favorece la industrialización. En Inglaterra existían tierras comunales, fincas propiedad de alguna comunidad: aldea, pueblo o ciudad cuyos vecinos se aprovechaban gratuitamente de ellas. Estas tierras comunales solían estar dedicadas a pastos o a bosques: cualquier habitante del pueblo podía llevar su ganado a pastar y, de la misma manera, cualquier vecino podía recoger leña del bosque común, bien para su uso, bien para convertirla en carbón y venderla después. A mediados del siglo XVIII, esta situación cambió. El gobierno publicó una ley por la que se suprimían las propiedades comunales. Así, estas tierras, que hasta entonces habían pertenecido a los pueblos, fueron sacadas a pública subasta y compradas por los más ricos. El resultado, desde el punto de vista social y humano, fue desastroso: los campesinos y los jornaleros sólo podían sobrevivir gracias a las fincas comunales; no tienen más remedio que dejar el campo y trasladarse a la ciudad para trabajar como obreros en las nuevas fábricas que en esos momentos se estaban levantando.

Capitalismo industrial
El maquinismo exigió una importante inversión de capitales. Hasta ese momento la burguesía los destinaba a los bancos y al comercio, pero vio el negocio que significaba producir a bajo costo y en grandes cantidades. Así nació la burguesía industrial, integrada por los dueños de las grandes fábricas, que pondrán fin a los pequeños talleres. Frente a esta nueva realidad, los artesanos tenían que cerrar sus talleres. A este sistema se lo llamó capitalismo industrial, la industria será el nuevo centro de producción del capital al que estará asociada la banca financiando la producción y las ventas y el comercio. Las grandes ganancias generadas por la actividad industrial no serían reinvertidas en su totalidad, los dueños de las fábricas advirtieron la conveniencia de diversificar inversiones y destinar parte de su capital a la creación de bancos, entidades financieras y compañías de comercio que distribuían la mercadería que producían sus fábricas. La Revolución Industrial determinó la aparición de dos nuevas clases sociales: la burguesía industrial (los dueños de las fábricas) y el proletariado industrial (los trabajadores). Esta situación llevó a varios pensadores de la época a sostener que el enfrentamiento entre estos dos grupos sociales (la lucha de clases) continuaría siendo ineludible y a la vez la condición básica para el surgimiento de una sociedad más igualitaria.

Avances técnicos
La sustitución de la fuerza humana y animal por la mecánica fue posible gracias a una serie de innovaciones técnicas que se extendieron por Inglaterra a lo largo del siglo XVIII. Los conceptos científicos en los que se basaban ya eran conocidos desde hacía siglos, hecho que contribuyó a que la Primera Revolución Industrial fuese relativamente simple desde el punto de vista técnico y su coste no excesivo. La novedad radicó en la aplicación de esos conocimientos a la producción de bienes materiales. Los principales campos en los que se produjeron las innovaciones técnicas fueron el de la energía (máquina vapor de Watt), el textil, la metalurgia (altos hornos) y los transportes (locomotora de Stephenson). La incorporación de las máquinas a la producción sustituyó el trabajo manual y los tradicionales sistemas de fabricación.

El liberalismo económico
Es la doctrina elaborada por la burguesía para justificar su enriquecimiento y la miseria de la clase trabajadora. Su principal representante es el economista Adam Smith que, en 1776, publicó su obra titulada “Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones” En ella se defiende la teoría que el Estado debe mantenerse apartado de la economía del país, no debe fijar ni precios ni salarios, ni debe proteger a los obreros. Los empresarios pueden actuar con entera libertad y como mejor le parezca. La misión del Estado es simplemente la de policía: mantener el orden público pero sin intervenir para nada en los asuntos económicos. Al desentenderse el gobierno de las cuestiones social y económica al dejar a los obreros en manos de los empresarios que fijaban a su antojo los sueldos, la situación del proletariado fue empeorando continuamente, a medida que se desarrollaba la industrialización.

Orígenes del movimiento obrero
El proletariado comienza su actividad organizativa y reivindicativa casi simultáneamente a su aparición, tanto en alianza con otros grupos sociales, como de forma independiente. Entre las primeras manifestaciones colectivas del descontento obrero destacan las que tenían como objetivo la destrucción de las fábricas y las máquinas, a las que se consideraba responsables del deterioro de las condiciones de vida de los obreros y del desempleo, azote del proletariado.
Estas protestas son conocidas con el nombre de ludismo, en referencia a un obrero tejedor llamado Nedd Ludd, simbólico iniciador del movimiento. La represión del ludismo y la prohibición de las asociaciones obreras condujeron a las masas trabajadoras, así como a algunos intelectuales y empresarios, a buscar fórmulas que resolvieran el acuciante problema de las duras condiciones de vida del proletariado. Tras un período de clandestinidad sindical, en 1824 se autorizó en Inglaterra la formación de Trade Unions, sindicatos por oficio que tendieron a unirse hasta topar con nuevas prohibiciones. En los años 30 del siglo XIX surgió el Cartismo, movimiento pacífico que mediante sus manifestaciones y actos públicos consiguió reunir casi dos millones de firmas en defensa de una Carta del pueblo (1837), mediante la cual se solicitaba a la Cámara de los Comunes británica el sufragio universal, mayor representatividad de los votos y otras reformas, con las que pretendían lograr mejoras laborales, educativas y sociales. Algunas manifestaciones cartistas fueron reprimidas de forma sangrienta, lo que contribuyó a la finalización de un movimiento que, en todo caso, debe considerarse un éxito como ensayo de movilización general de las masas obreras. A mediados del siglo XIX, numerosas esperanzas se depositaron en el Cooperativismo, ante iniciativas como la de Robert Owen que consiguió, con gran éxito económico, poner en marcha notables mejoras laborales en la empresa New Lanark. Desde 1848, el movimiento obrero adopta a menudo la forma de una verdadera guerra de clases. La represión de las manifestaciones cartistas de ese año y las luchas de las jornadas revolucionarias de París rompieron la alianza que hasta ese momento unía al proletariado con la burguesía. Las nuevas formulaciones, el marxismo y el anarquismo, considerarán la lucha como único medio de emancipación y aspirarán a la superación de la sociedad capitalista y de la explotación obrera.

La Iglesia y la cuestión social
Durante la primera mitad del siglo XIX, la Iglesia católica comenzó a manifestar su preocupación frente a la presencia de un proletariado empobrecido y en constante aumento. La Iglesia, adopta soluciones que pasaban por la caridad. En Francia fue creada la Sociedad de Moral Cristiana, de la que surgieron cajas de ahorro y sociedades de socorros mutuos. La Sociedad tenía un comité para el perfeccionamiento moral de los presos y otro para la ubicación de éstos. Hacia 1891, el Papa León XIII dictó la encíclica Rerum Novarum en la que la Iglesia trató problemas propios del mundo contemporáneo, como el salario, y expresó su preocupación por las condiciones de vida de los trabajadores.


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