A mediados del siglo XVIII Gran Bretaña poseía en la costa atlántica del Norte de América 13 colonias. Habían alcanzado cierta prosperidad. Las 8 del norte basaban su pujanza en la industria y el comercio y estaban lideradas por una rica burguesía. Las 5 del sur eran agrícolas (plantaciones de algodón, tabaco y arroz trabajadas por esclavos negros) y su clase adinerada la componían fundamentalmente terratenientes. Tanto unas como otras, desde una práctica mercantilista, estaban sujetas al llamado "Pacto Colonial" que las obligaba a suministrar materias primas a la metrópoli a cambio de recibir sus manufacturas. Políticamente Dependían de la Corona Británica (Jorge III), gozaban de escasa autonomía y los gobernadores británicos constituían la máxima autoridad. No poseían representación en el Parlamento Británico, lugar donde se decidían los asuntos importantes referentes a las colonias, tales como la fijación de impuestos. Todo ello generaba malestar entre los colonos deseosos de alcanzar cierto grado de autonomía.
Causas de la revolución de las 13 colonias
Desde mitad del siglo XVIII existían una serie de factores (economía dependiente, falta de autonomía política) que dañaban las relaciones entre colonos y Metrópoli. El desencadenante de la revuelta se produjo tras la Guerra de los Siete Años que Inglaterra había mantenido con Francia (1756 y 1763). Este conflicto generó una crisis finaciera del Estado que la Corona intentó paliar recurriendo al forzoso concurso económico de los colonos en forma de nuevos impuestos. Uno de estos impuestos fue la Stamp Act o "Ley del timbre" (1765), sello que grababa la adquisición de documentos oficiales y la prensa. La oposición de las colonias a lo que consideraban una tasa abusiva obligó a la Corona a retirarla. Pero más tarde, en 1767, se establecieron otros impuestos (Townshend Acts) que gravaban el papel, el vidrio, el plomo y el té. Los colonos consideraron ilegítimas tales contribuciones y denunciaron la imposibilidad de disponer de representación en los foros donde se decidían iniciativas de tal calibre. Las protestas no se hicieron esperar y alcanzaron especial gravedad en 1770, año en que tuvo lugar la llamada “Matanza de Boston". Ante la violenta reacción de los colonos, la Corona decidió retirar todas las tasas, salvo la del Té, hecho que provocó el llamado "Motín del Té" acontecido en el puerto de Boston (1773). La respuesta a tales hechos por parte de la Corona se concretó en las llamadas "Leyes Coercitivas" de 1774, también denominadas "Leyes Intolerables" por los colonos, que se aplicaron a la colonia de Massachussets y que supusieron, entre otras consecuencias, la clausura del puerto de Boston. En septiembre de 1774 se celebró un Congreso en Filadelfia (Pensilvania) que impulsó la colaboración de las colonias frente a las acciones británicas. Todavía no se defendía la independencia respecto a la metrópoli y la reunión se limitó a una serie de reivindicaciones expresadas a través de una Declaración de Derechos y Agravios.
La guerra de la independencia de las 13 colonias
La guerra se inició en abril de 1775 con la batalla de Lexington. En ella intervinieron dos concepciones militares distintas. De un lado, el ejército regular colonial británico reforzado por 17.000 mercenarios, al que se unieron diversas tribus indias. Sobre el papel era muy superior al de los colonos pero el alejamiento de sus bases logísticas le restaba eficacia. Del otro, la improvisada fuerza armada de los colonos, en principio desorganizada, pero convertida con el tiempo por George Washington en un efectivo instrumento militar. A partir de 1778 (tras la petición de ayuda del científico Benjamín Franklin) las potencias absolutistas Francia (Lafayette) y España intervinieron en apoyo de la joven República. Su pretensión era debilitar a Inglaterra. Asimimismo intervino Holanda. Tras una primera etapa favorable a Gran Bretaña, el conflicto cambió de rumbo a raíz de la victoria de los colonos en Saratoga (1777). La batalla de Yorktown (1781) decidió el resultado del conflicto que concluyó definitivamente en 1783 tras la firma de la Paz de Versalles, por la que Gran Bretaña reconoció la independencia de los Estados Unidos.
La creación de un nuevo estado
El nuevo Estado surgido de la revolución se asentó sobre un conjunto de valores e instituciones inspirados en el pensamiento liberal e ilustrado que se extendieron posteriormente a otros países. Garantizaba una serie de prerrogativas; es decir, ventajas individuales de carácter natural e inherentes a toda persona que se concretaron en el derecho a la vida, a la libertad, a la igualdad, a la propiedad, a derrocar un gobierno injusto (soberanía nacional), a la defensa legal ("hábeas corpus"), a la libertad de expresión, asociación, prensa y religión. Estos derechos fueron plasmados tempranamente en la Declaración de Independencia (Filadelfia, 4 de julio de 1776) redactada por Jefferson y en la Declaración de Derechos del Estado de Virginia (1776). La Constitución de 1787 reunía las singularidades de cada uno de los estados. A ella se sometieron (bajo la idea de soberanía nacional) todos los gobernantes y cargos públicos. Supuso la primera plasmación práctica de los principios políticos del liberalismo. La organización política que se eligió fue la de un Estado federal republicano, que agrupaba las trece colonias en una confederación voluntaria. Su vínculo quedaba garantizado por un poder federal fuerte cuyo papel consistía en conciliar los particularismos de cada uno de los estados miembros en aspectos tales como la política exterior, la política económica o el ejército. Actualmente la Constitución de 1787 sigue estando vigente en USA, aunque ha sido objeto de numerosas enmiendas que le han permitido adaptarse a los tiempos.
Consecuencias de la independencia de las trece colonias
Desde el punto de vista económico, los Estados Unidos de Norteamérica se liberaron de las trabas de carácter mercantilista que les imponía la metrópoli cuando eran colonias y se lanzaron a un proceso de expansión económica y territorial (conquista del Oeste) que los convertiría en una gran potencia. Desde el punto de vista social, la burguesía emprendió el liderazgo de una moderna sociedad de clases mientras otros estados permanecían anclados en la sociedad estamental. Desde el punto de vista internacional, surgió el primer ejemplo de descolonización. En cuanto al carácter internacional del conflicto hay que distinguir entre dos casos: Para Francia la guerra supuso un considerable gasto y la agudización de la crisis del Antiguo Régimen. Seis años después de que concluyera el conflicto americano estallaría su propia Revolución. España se anexionó extensas áreas del sur de Norteamérica, pero por otro asistió impotente a la expansión de las ideas revolucionarias en sus territorios ultramarinos. Décadas más tarde perdería la mayor parte de sus colonias. Desde el punto de vista político-ideológico, se consumó la primera revolución de carácter liberal que permitió hacer realidad las ideas más avanzadas de la Ilustración. La Constitución de 1787 fue la primera escrita de la historia. La República Federal que articuló el nuevo Estado llevó a la práctica la división de poderes de Montesquieu: El legislativo recayó en el Congreso, el judicial lo detentó el Tribunal Supremo y el ejecutivo lo encarnó el Presidente de la República, el primero de los cuales fue George Washington.
Siglo XIX
En 1803, la compra de Louisiana a Francia duplicó el territorio de la Unión. Entre 1810 y 1819, Estados Unidos provocó una guerra con España para anexarse la Florida e interviene activamente en el Congreso de Viena con el presidente Monroe, quien sienta una nueva doctrina bajo el lema de "América para los americanos", defendiendo su posición frente a los intentos revisionistas de las grandes potencias absolutistas.. En 1836, los texanos se rebelaron contra México y fundaron una república, que se integró a la Unión en 1845. Estados Unidos declaró la guerra a México y le quitó la mitad de su territorio. California fue incorporada como estado en 1850 y Oregón en 1853. La expansión al oeste no fue sólo un cambio de dueño para estas tierras, sino una nueva tragedia para los americanos nativos, diezmados por oleadas sucesivas de fiebre de tierras y de oro. Sucesivos tratados fueron firmados con los pueblos nativos, sistemáticamente violados por nuevas ocupaciones de tierras o nuevos tratados impuestos a la fuerza. En 1838, el ejército federal expulsó de sus territorios a 14.000 cherokees y 4.000 de ellos murieron en el camino a sus nuevas tierras. En 1850, en el sur había unos 6 millones de habitantes de origen europeo, de los cuales sólo 345.525 poseían esclavos. Pero la mayoría defendía la esclavitud, atemorizados por las rebeliones de los esclavos en Carolina del Sur, en 1822, y en Virginia, en 1800 y 1831.
La Guerra de Secesión (1861-1865), giró en torno a la esclavitud, pero su causa principal fue la lucha entre los dos sistemas económicos desarrollados en el país. El capitalismo industrial del norte necesitaba liberar la mano de obra, ampliar y proteger el mercado interno, mientras los hacendados esclavistas del sur querían mantener el libre acceso a sus mercados externos.
La elección de Abraham Lincoln, en 1860, detonó la crisis. Antes de que asumiera la presidencia, los estados del sur declararon la separación. Comprometido a preservar la Unión y con mayor base industrial y poder de fuego, el norte se impuso al sur en Gettysburg, con un saldo de un millón de muertos entre ambos bandos en la que fue la primera guerra contemporánea. La esclavitud fue abolida, pero la discriminación racial y el odio entre ambas regiones se mantuvieron. Después de la guerra civil, los pueblos de las grandes llanuras, en especial los sioux, emprendieron numerosas guerras de defensa. Los tratados de 1851 y 1868, que reconocían su soberanía, fueron ignorados tras el hallazgo de oro en sus tierras. La ocupación gradual de su territorio se completó en 1890, cuando la última resistencia sioux fue derrotada. En la década de 1880, los sobrevivientes de los primeros pueblos fueron confinados en reservas, la mayoría en zonas áridas e inhóspitas. Años después, compañías mineras encontraron en esas tierras yacimientos de uranio, carbón, petróleo y gas natural. El interés de las empresas en tales riquezas replanteó el cuestionamiento a los derechos de los nativos sobre las tierras de sus reservas.
Entre 1870 y 1920, la población de Estados Unidos pasó de 38 millones a 106 millones y el número de estados de 37 a 48. A la fusión del ferrocarril en grandes compañías le siguió una rápida expansión capitalista, que a inicios del siglo XX había transformado al país agrario en una sociedad industrial. A fines del siglo XIX, se había consolidado un sistema bipartidista, con republicanos y demócratas alternando en el poder. A pesar de sus diferencias, ambos agrupamientos han mantenido históricamente un alto grado de consenso frente a las grandes cuestiones nacionales e internacionales, que redundó en una política exterior de gran coherencia. Tras una larga lucha iniciada en 1889, en 1920 fue aprobado el sufragio femenino. Resueltas las grandes cuestiones internas, Estados Unidos comenzó a actuar en el escenario internacional. La guerra con España por Cuba y las Filipinas, en 1898, inauguró la etapa imperialista ultramarina. La ocupación de Panamá, la construcción del Canal y de un sistema de bases militares en la región convirtió a América Central, declarada su zona de seguridad vital, en una especie de protectorado. Estados Unidos justificó sus intervenciones con la Doctrina Monroe, bajo el lema "América para los americanos". Francia fue obligada a retirar las tropas que protegían al emperador Maximiliano en México y el Reino Unido a abandonar una disputa territorial con Venezuela. En 1890 tuvo lugar la primera conferencia panamericana, como preámbulo del sistema interamericano montado posteriormente.
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Documental sobre Gettysburg
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